Me llama poderosamente la atención el grado de digitalización de mis amigos. Algunos de ellos, que hace tan solo un par de años, no sabían ni que era Internet, tienen hoy el último iPhone, utilizan Whatsapp con toda la familia y suben fotos a la nube como si fuera lo más habitual del mundo. ¿Somos un país digital? A medias.
Esos mismos amigos, digitalizados al máximo con los últimos gadgets que han comprado y aprendido a usar, tienen empresas del siglo pasado.
Se te cae el alma a los pies cuando, visitando una de esas empresas, empiezas a ver empleados hacinados en locales casi sin ventanas, con pocos PCs y éstos, además, de una generación de Windows que ya ni se actualiza. Cuando le pides unos datos contables te muestra los que tiene impresos de hace 6 meses y cuando quiere analizar contigo una propuesta de precios, saca una hoja de cálculo del periodo terciario. Los números que no tiene en la cabeza –eso, si tiene muchos de ellos- los tiene almacenados en archivadores físicos que le ocupan varias estanterías detrás suyo. Como un parapeto de papeles para que nadie le ataque por la espalda.
¿Cómo es posible? Todo lo que ha aprendido como individuo sigue sin trasladarse a su empresa. Invertir en nuevos ordenadores, en un entorno amable para captar talento y disponer de sistemas modernos de gestión no le parece una prioridad y eso hace que, día a día, su negocio decaiga –en algunos casos tardará un tiempo en darse cuenta y ya será demasiado tarde- sin que aproveche todo cuanto ha aprendido a nivel personal para interesarse por cómo todas esas tecnologías, que como ciudadano aplica sin pensarlo dos veces, pueden y deben cambiar la forma en la que gestiona su empresa.
Por muy pequeña que sea una PYME, existen sistemas que, desde la nube, nos proporcionan software de gestión empresarial moderna (ERP Entreprise Resource Planning +CRM Customer Relationship Management+ B.I Business Inteligence) para gestionar mejor a los clientes, dar mejores prestaciones, tener bajo control el almacén y los flujos de caja y, en general, saber que está pasando en nuestro negocio.
El que no trascienda la dimisión personal al ámbito de su negocio se estará haciendo un flaco favor y dando alas a competidores más ágiles que aprendan que el modelo digital personal lo cambia todo y eso hace que tengamos que replantearnos la empresa, cualquier empresa.
Si el grado de adaptación a las nuevas tecnologías que tenemos como ciudadanos de a pie lo aplicáramos a la empresa y a la política, España sería jauja.
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