En las próximas dos semanas voy a dar dos charlas sobre innovación. El periódico El País daba, hace muy poco tiempo, varias innovaciones científicas que iban a cambiar el mundo. Para mí, más que la existencia de dichas innovaciones, lo que hoy es increíblemente potente es el cruce de tecnologías y sus derivaciones.
La impresión 3D de órganos para transplantes, junto a tecnologías como la biomedicina y la aplicación de la nanotecnología a la reproducción celular, entre otras tecnologías, permitirá, según los pronósticos de quienes creen en La Singularidad de Ray Kurzweil, vivir una media de 150 años en las próximas dos décadas.
¿Os imagináis el grado de innovación necesario para adaptar el mundo a una población tan longeva? ¿hasta cuando serán las mujeres fértiles? ¿tendrán hijos con 90 años? ¿Qué tipo de seguridad social y ahorro será necesario para poder cubrir las necesidades de quienes ya no trabajen y sean, con 130 años, jubilados? ¿Cómo cambiarán los entornos políticos con jóvenes de 80 años?
Habrá nuevos materiales, quizás fibras producidas por nanotecnología que, imitando a la tela de araña, produzcan trajes y vestidos indestructibles que nos aislarán del frío y del calor de la misma manera.
Ya están empezando a aparecer los nuevos nano vehículos capaces de llegar a células cancerígenas y atacarlas de manera selectiva o de entregar medicinas concretas en órganos específicos. ¿Qué pasará en el entorno de las empresas farmacéuticas cuando, por ejemplo, se haya solucionado la necesidad de insulina en los diabéticos y el tratamiento del cáncer a través de todo tipo de nuevos implantes biológicos?
Pero, en realidad, lo que se nos viene encima es una verdadera ola de productos que provienen de un sector y cambian radicalmente otro. ¿Qué pasará cuando los coches se puedan producir a buen precio de manera individual? ¿Qué harán los empleados del sector? Hay tantos sectores afectados que, lo único que es seguro, es que no va a quedar nada como está hoy.
Es probable que leyes y costumbres retrasen muchas de las aplicaciones que ya hoy serían utilizables, pero no se pueden poner puertas al campo y, en los próximos 10 años, veremos un ritmo creciente de innovación que arrasará, sector por sector y generará nuevos “googles” sectoriales que, hoy por hoy, siguen cociéndose en garajes de todo el mundo.
España tiene gente muy preparada y científicos, más apreciados fuera que aquí, a los que debemos dar medios y apoyar para no perder el tren global de la innovación creciente.
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