La definición de una empresa puede ser dramáticamente importante para su futuro. Cuando los fundadores de Google la describieron con el objetivo de “organizar toda la información mundial”, demostraron ambición y altura de miras. El resultado es hoy Alphabet, la gran empresa tecnológica que ya es mucho más que simplemente Google.
Por ello me gustan poco las empresas orientadas a un solo producto. A menos que tengan una descripción en la que el producto sea solo un comienzo. No es lo mismo una empresa que dice tener un gran sensor para gestionar refrigeradores que, la misma empresa, que se describe para “llevar los sensores a monitorizar los servicios y mejorar los sistemas inteligentes”.
Muchos emprendedores vienen con la idea de que, con un solo producto, vendiendo varios millones, se van a hacer de oro. Rara vez sucede. Cualquier producto es rápidamente copiado, fabricado a menor precio y vendido por Internet en todo el mundo. Lo importante es que una startup tenga valores que le permitan evolucionar en el tiempo y seguir siendo exitosa a pesar de que le surjan muchos competidores.
Eso tiene mucho que ver también con el preguntar al cliente potencial. Henry Ford dijo que si hubiera preguntado a sus clientes le hubieran pedido caballos más rápidos y menos costosos de alimentar. El coche se tuvo que inventar “a espaldas” del cliente y ganárselo por sus mejoras en usabilidad y servicio.
Pokémon Go, que costó 28 millones desarrollar, ha conseguido 750 millones de ingresos antes de perder el favor de sus clientes. Este tipo de empresas como Nintendo, aunque se la jueguen en un producto, en realidad, son factorías de ficción que diversifican sus inversiones y buscan grandes productos que no siempre consiguen. Pretender dar en el clavo con un primer producto es muy arriesgado.
Los emprendedores deben abrir sus mentes al problema que pretenden solucionar pero tienen que pensar en su evolución en el tiempo. En el mundo de la impresión 3D, por ejemplo, hemos pasado, en solo 5 años, de poder producir “juguetes” a tener la vista puesta en la impresión de corazones humanos y otros órganos que puedan, con el tiempo, sustituir a los transplantes.
Estamos en pleno siglo XXI, todo a nuestro alrededor tiene el tufillo del siglo XX y hay que cambiarlo todo. Las oportunidades son infinitas y solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para verlas.
No pensemos en un producto que nos haga millonarios, pensemos en productos y servicios que cambien la forma de vivir de todos a mejor.
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