Me maravilla esta sociedad que cree que todo el mundo puede ser emprendedor. Se ha creado un clima en el que parece que, si no tienes el trabajo que quieres, debes emprender.
No digo que no pueda ser una buena motivación, pero una cosa es querer “fabricarse un trabajo” y otra, muy distinta querer cambiar el mundo con tu empresa. Solo conocemos a los ganadores. Los perdedores no son frecuentes ni en charlas ni en estudios del ecosistema emprendedor y, sin embargo, son la inmensa mayoría. Menos del 3% triunfan a lo grande. Bien es verdad que, probablemente, entre un 10 y un 20% construyan empresas con futuro que, sin ser líderes indiscutibles, den trabajo a unas cuantas docenas de profesionales y generen PYMES del Siglo XXI que son muy necesarias.
Si vemos la trayectoria de muchos emprendedores americanos, han hecho antes la “mili”. Han sido empleados en una start-up de otro emprendedor, han vivido sus vicisitudes y, con un par de años de experiencia a cuestas, se deciden a dar el salto con un proyecto propio.
Hay ejemplos, también en España, de empresas formadas por profesionales que, juntos, al terminar la carrera, han creado un proyecto y, con el tiempo, han conseguido una gran empresa. El caso de BQ por ejemplo, hoy compitiendo en un mercado tan dinámico como el de los terminales móviles.
Emprender es acogerse a la inseguridad y dejar la garantía de un trabajo con terceros –más o menos seguro claro- y hacerse con las riendas de un proyecto en el que tenemos que asumir la responsabilidad total. La visión, la formación de un equipo ganador y el conseguir financiación a tiempo y, sobre todo, ganarnos a los clientes.
Casi todas las empresas que han triunfado en el mundo de la tecnología han tenido dos planteamientos. En un caso, empresas como Microsoft o Oracle que se auto-financiaron, necesitaron muchos años antes de convertirse en líderes, en otros, con financiación externa, asumieron el riesgo de estar al borde del colapso cada vez que se necesitaba una nueva ronda para seguir adelante.
Pocos emprendedores tienen la confianza y durabilidad de un Bill Gates o son capaces de afrontar a los inversores cada 12 ó 18 meses para buscar más capital mientras tranquilizan y mantienen motivados a sus empleados.
Las empresas maduran con el tiempo en unos casos –mucho más de lo que espera el emprendedor por lo general- o con mucho dinero y eso les hace pasar muy malos tragos. ¿Cuántos emprendedores se plantearían recorridos como los de Microsoft –sin saber el resultados claro- o serían capaces de soportar el peso de la búsqueda constante de financiación? Muy pocos.
Abrir una peluquería también requiere un grado de riesgo y el peluquero es un emprendedor pero, en realidad, sobre todo al inicio, está buscando un trabajo para él y pocos más. Ni quiere cambiar el mundo ni asumir riesgos innecesarios. Digamos que hay emprendedores de muchos tipos y muchos que no pueden serlo de ninguno.
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