Hoy quiero compartir contigo una situación que me pasó ayer. Una reflexión que surge de una situación cotidiana: APARCAR EL COCHE.
Para muchos es un suplicio el momento en el que tienes que dar vueltas. Dando rodeos a la manzana, sacando la cabeza por la ventana, rezando para que alguien se vaya o haya un hueco libre donde estacionar.
Y mucho más con los chuzos de punta que caían (la antigua historia del paraguas también es buena).
Sí, sé que puede sonar extraño qué tiene que ver esto con tu empresa.
Pequeñas decisiones diarias conectadas con tus habilidades y estrategias.
Pero lo que me ocurrió ilustra perfectamente cómo algo tan simple puede tener paralelismos con algunas situaciones que viven los negocios.
Lo primero de todo, es que no era en el centro de Madrid. Así que no es la típica historia de estar perdiendo media hora de tu vida al volante buscando sitio.
En ese caso, valoro más mi tiempo. Y el tiempo es dinero.
Siempre, en ese caso, lo meto un parking y solucionado.
Lo de ayer fue en un barrio donde aparcar es relativamente fácil. Tipo residencial.
Y encima es gratuito en toda la zona, así que no hay parquímetros ni zonas de estacionamiento regulado.
Al llegar al edificio donde tenía lugar la reunión, fui a aparcar en la acera de enfrente, algo usual cuando voy a verles.
Siempre ha sido fácil, accesible y con muchas plazas disponibles. Sin embargo, me sorprendí que ayer estuviera hasta los topes. Menos mal que iba con tiempo, así que esta vez no tocó aparcar cerca de la entrada.
Ya la primera pista por dónde quiero ir con el artículo de hoy.
No todo siempre sucede como uno tiene en la cabeza y surgen imprevistos. A veces de fácil solución, otras no tanto.
Ten siempre listo un plan B por si el A falla…
Sigo. Avanzo unos cuantos metros y voilà. Un sitio en un esquinazo.
Me dio mala espina, no fuera que me dieran un golpe.
Justo, pasó una mujer en el giro con un carro de bebé y creo que lo rozó. Mejor no salir de allí con un arañazo.
Segunda lección:
No siempre la primera solución es la más idónea. Busca entre varias alternativas y elige la más satisfactoria.
La que “más ventajas” o “menos riesgos” pueda tener.
Ya más adelante, vi un hueco entre unos coches aparcados en diagonal.
Lo que me chocó es que ninguno estaba entre las dos rayas.
Supongo que en otro momento, todos estarían bien alineaditos, pero se fue uno y el que llegó lo metió de cualquier forma. Así que el siguiente hizo lo mismo, y así sucesivamente…
Entonces, ¿qué pasó?
El coche entraba, pero yo no podía salir.
Tercera lección:
Puedes ir poniendo parches o acomodarte a la solución más fácil, pero a la larga, no siempre es la mejor opción.
Los que vengan detrás, ya sean de tu equipo o departamento externo, no sabrán por dónde cogerlo, y será un tormento implementar nuevas mejoras.
Así que me tocó ir un poco más adelante.
Allí sin problemas.
Podía ocupar hasta tres plazas si me daba la gana. No te calientes si eres conductor, que no lo hice y lo estacioné bien.
Como en las empresas, encontrar la plaza perfecta requiere tiempo y paciencia.
Hay muchas formas y caminos que te llevan al mismo destino, sólo hay que encontrar el adecuado para tu negocio.
Y, si quieres hacerlo mientras lo aplicas a tu compañía, tengo dos opciones:
1. Mi Discovery para tus diferentes departamentos,
2. El ImpulCEO, pensado para directivos,
serán tus sistemas de aparcamiento asistido para hacer crecer tus cifras.
Pero como sé que te gusta estar al volante… Mejor seré tu copiloto.
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