El pasado fin de semana fui a pasar unos días a la casa de un amigo a un pueblo de Cuenca. Para ser más exacto, a Villamayor de Santiago (lo recomiendo y a una hora de Madrid).
Eran las fiestas patronales y podía estar bien vivirlas desde dentro como “forastero”.
El programa de fiestas parecía divertido, con charanga, verbena, procesiones y actividades para todos los públicos.
Además de comer como si no hubiera un mañana, que por la Mancha si no sales rodando, entonces es que no has llenado bien el buche, lo siguiente en las fiestas es juntarse con la gente.
Aunque todos los años parezca igual, siempre repites, y eso que con los años, como le pasa a la gente con hijos o muchos que ya no viven allí pero se cogen unos días… la cosa cambia. Lo que se hiciera de joven con bidones de vino y camiseta de peñas, ahora se cambia por un gin-tonic sentado en terraza.
Pero hay algo que no se les puede tocar, LOS TOROS.
El sábado había corrida. Bueno, primeramente una especie de Gran Prix para todo el mundo. Y luego ya la faena buena.
Pero hubo un problema burocrático, tema de papeles y firmas de médicos, seguridad y demás…
¿Y qué pasó?
Que empezaron a sonar los móviles como el canto de los grillos.
La zapatiesta y el follón comenzó a mascarse.
Los grupos de whatsapp echaban humo. Todo el mundo maldiciendo y luego los que tenían contacto con alguien del ayuntamiento (ya fuera concejal, amigo, familia –porque allí el que no tiene un primo, tiene al sobrino del cuñado) sacando sus exclusivas como si estuviéramos en un programa de salsa rosa.
Llegaban noticias a cuentagotas y quedaban menos de 4 horas para el acontecimiento.
La reina y damas de honor vestidas con sus atuendos típicos. La gente poniéndose los zapatos para saber qué pasaba con sus entradas. Los más ociosos buscando planes alternativos.
Lo dicho, al final, nanai de la China. Todo se canceló y estaba el pueblo que ni la aldea de Asterix.
Mejor no decir nada o se montaba un círculo de sabios, bacines, golismeros, haraganes y cansaliebres a poner a caldo al alcalde o cómo se montaban las cosas del pueblo (a ver cuál de todas estas palabras tienes que buscar en el diccionario).
No hay nada más español que meterse con lo suyo.
Bueno, esto daría para un libro, pero lo que quiero resumirte hoy aplicado a la empresa o tu departamento es que no siempre salen las cosas como uno espera.
Hay que estar preparado para cualquier imprevisto y actuar rápido para enmendarlo.
Finalmente, contrataron a matacaballo un DJ para amenizar la tarde a los más jóvenes, otro grupo de pasodobles en el parque o repartir “zurra” –una especie de limonada con vino bien fresquita– con una calderetada.
Consiguieron salir del paso pero a la gente no se le olvida. El domingo seguían erre que erre.
Ellos querían sus toros en la plaza y la gente lo tiene anotado en su memoria.
Y es que un fallo en las expectativas puede hacer que te hundan.
Es fundamental no esperar hasta el último momento para dejar todo bien hilado.
Y si surgen imprevistos, entonces es importante afrontar los problemas de la mejor manera posible…
Hay que ponerse nervioso pero con cabeza. Dirigir y tirar de llamadas con paso firme hasta que se amaine el temporal.
Entiendo que el próximo año tendrán que compensar o sino acabarán en los leones.
Mientras tanto, yo me pasé una buena tarde viendo cómo somos y actuamos las personas. Con negociaciones, lucubraciones y tejemanejes.
Y es que no hay nada como los pueblos y de todo se aprende.
Como puedes hacer tú si quieres que te pongan una placa en la plaza del pueblo poniendo atención a lo que hacen desde Villapepino de Arriba.
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