El artículo de hoy va dedicado a los que dejan las cosas para última hora. Ha pasado casi una semana y como todo fue de maravilla es hora de que vea la luz el aprendizaje que te traigo hoy.
El fin de semana tuve comunión del hijo de un familiar.
Yo pensaba que lo tenía todo atado. Sabía el look que me iba a poner.
Lo tenía visualizado en mi cabeza. Iba a ir bien guapete.
El miércoles pasado me dio por revisar el armario y sacar mi traje, camisa y corbata. Durante muchos años siempre he ido con traje, así que no me noto raro poniéndome mis mejores galas, aunque últimamente prefiero ir más de sport con chinos y camisa.
La cosa está en que cuando fui a sacar las perchas y revisar todo.
¡Oh, Dios mío!
El traje tenía unos manchurrones desconocidos.
No recordaba cuando era la última vez que me lo había puesto, pero era imposible que lo guardase sin limpiar.
Por supuesto, así no podía ir.

Tenía un plan B con otros trajes, pero me apetecía ponerme la combinación que tenía en mi cabeza como primera opción.
El mismo miércoles llevé el estropicio a una tintorería cerca de casa.
Mi gozo en un pozo.
Estaban hasta arriba en esta época con bodas, bautizos y comuniones. Con tan poco tiempo, la primera fecha para que me lo dieran era el lunes.
La dependienta era un poco borde y casi no levantaba la vista del mostrador.
Con las orejas gachas, me fui a otra que conozco por la zona.
Más de lo mismo.
Estaban hasta los topes y aquí era incluso peor, ya que me lo darían pasado mínimo una semana. Por lo menos aquí la mujer me atendía apesadumbrada y entendiendo mi problema.
Incluso llamó a otra tienda que conocía por si podían hacerme el favor, pero no hubo forma. Trató de ayudarme en todo lo que pudo aunque sin éxito.

En ambos casos, las caras de las mujeres que me atendieron eran un poema.
Se me quedaban mirando en plan:
“¡Hombre, alma de cántaro, habérnoslo traído antes!”
Poco a poco, mi ilusión se iba agotando y no veía esperanza de que me pudiera poner ese lookazo que tenía en mi cabeza. Me quedaban dos opciones: tirar de algunos de los trajes que ya tenía o comprarme uno nuevo.
Según se lo conté a mi mujer, sólo faltaba que me diera un sopapo como la esposa de Emmanuel Macron.
De pronto, de la nada, se nos ocurrió que podría llevarlo a una tintorería un poco más apartada y que a lo mejor no tendrían tanto trabajo.
Llamé para no darme el paseo en balde, aunque no me cogieron el teléfono.

No quise rendirme.
Así que allí aparecí con mi funda portatrajes.
Antes de abrirlo o contarle mi historia, fui directamente al grano y le pregunté si podría tenerlo antes del sábado.
Cuando me contestó que:
“¡Sí, por supuesto, lo tendremos a tiempo!”
Mi cara debió ser como cuando un niño abre un regalo en Navidad. La mujer amabilísima y al recogerlo el viernes me lo dejaron limpio, planchadito e impoluto como una patena.
Al irme, le di las gracias como pocas veces he hecho.
Mi cara de satisfacción lo decía todo y la mujer, que tenía sus años de experiencia, me recordó que además de trajes, limpiaban todo tipo de prendas, enumerándolas como los camareros cuando te dicen los postres.
Me dejó una tarjeta y una especie de minicalendario con precios. Por supuesto, la tengo guardada y a buen recaudo.
Además, me encantó una de sus frases al despedirse con una sonrisa:
“¡Podemos limpiar de todo menos almas y corazones!”

Con toda esta historia de la tintorería, ¿qué te quiero decir y puedas aplicar tanto para tu vida personal como profesional?.
Cada uno va con un artículo que puedes leer en el blog.
1. No dejes todo para última hora. Siempre es mejor tenerlo preparado con antelación y si surge algún problema, puedas tener tiempo para solucionarlo.
Toca apretar el culo. Las prisas no son buenas consejeras
2. Nunca sabes cuándo te aparecerá un próximo cliente, así que siempre atiende con una sonrisa y da lo mejor de ti. Si no es ahora, seguro que lo valorarán más adelante.
¿Cuidas a tus clientes? Habla con ellos y aprende
3. Si tienes un cliente contento, recomiéndale otros productos, haz que se acuerde ti de una u otra forma, haz venta de servicios o productos cruzados o upselling, promueve que te recomiende a sus amigos. No lo dejes en un aquí te he visto y no me acuerdo.
Tu empresa es una tarta en mis manos
En mi caso, esta tercera tintorería me ha ganado y seguro que cuando tenga más prendas que limpiar les elegiré por haberme salvado y haberme dado un trato exquisito.
Y ahora para ti, más concretamente en tu empresa,
- ¿Sabes el lavado de cara que tendrías que hacerle como si la llevaras a una tintorería?
- ¿Tus ventas se han quedado planchadas y no sabes cómo hacer que brillen?
- ¿Tus cifras están en una posición delicada y necesitan una limpieza en seco?
- ¿Necesitas unos arreglos en tu estrategia?
Escríbeme a rodolfo@rodolfocarpintier.com y vemos cómo ese manchurrón de vino en tu negocio desaparece y tu empresa vuelve a ir de punta en blanco.
Otros artículos relacionados:
0 comentarios